El alivio del áspero adiós (Parte II)

Ricardo miro el monitor de seguridad donde se encontraba una chica caída, boca abajo en la vereda, del lado izquierdo de la entrada al edificio. Miraba el monitor con incertidumbre, no sentía nada por esa persona, no tenia ninguna intención de ayudarla, solamente quería saber que iba a pasar ahora... y no pasaba nada. Se acerco un perro a oler a la muchacha caída mientras una especie de ansiedad se apodero de nuestro personaje principal, algo cambio en el, algo lo llamaba hacia afuera, fue hasta el cuarto de los guardias de seguridad, uno dormía y el otro leía el diario acompañado por una radio vieja a bajo volumen. Ricardo abrió la puerta despacio y asomo la cabeza para ver que pasaba dentro del cuarto, sospechando que no uno, sino los dos, estarían durmiendo, chisto al que leía el diario, que continuo con su lectura como si fuera interesante, le volvió a chistar y cuando tuvo su atención le comento la situación afuera, de la chica en la vereda. El guardia le dijo que seguramente estaría borracha, que no le diera importancia o podría traerle problemas, -Las minas borrachas que se caen en la calle siempre son para quilombo-, le dijo sin levantar la vista del diario ni cambiar la expresión. Este era el tipo de consejos que Ricardo había recibido durante toda la vida, "no te metas que va a ser para quilombo", "¿Para que queres quilombo?", en ese momento decidió que el resto del mundo eran todos idiotas, la constante búsqueda de orden había llevado al mundo a la idiotez global, el tenia que demostrar que todo el mundo estaba equivocado, no todo es para quilombo. Seguía sin sacar la cabeza del cuarto de seguridad, se había quedado pensando en las palabras que le había dicho el guardia, entonces le dijo -Voy afuera, ¿te traigo algo?-, -No- contesto el guardia -Tengo puchos, no necesito otra cosa-. El saco la cabeza del cuarto, cerro la puerta despacio y se dirigió a la entrada del edificio, hacia la vereda.

Espanto al perro y se puso en cuclillas cerca de la chica, la agito con una mano en el hombro y ella entro en si, -Estoy bien, me bajo la presión- dijo con la voz ronca y cansada, el la ayudo a pararse y la llevo adentro, le dio una silla y le trajo un vaso con gaseosa, -Tomala- dijo -si te bajo la presión te va a hacer bien-, mientras ella tomaba despacio Ricardo pregunto -¿Que paso?, ¿Alguien te hizo algo?-, no es que el sospechara de nada, pero siempre tuvo la fantasía de ser una especie de héroe, de poder rescatar a una doncella, como en un cuento malo medieval, a lo que ella respondió -Estaba paseando mi perro y se escapo, me parece que lo agarro un taxi, ¿no lo viste?-, dijo con cara de preocupacion. -No, no vi ningún perro-, mintió el al mismo tiempo que se acordaba del perro que había espantado hace un rato, miro para afuera y vio que el perro estaba sentado afuera de la entrada, se lo veía a través de las puertas de vidrio. Lo señalo preguntándole si ese era el suyo, ella le dijo que si con gran alivio, le devolvió el vaso por la mitad y se paro para irse. Era una linda chica, joven mucho mas joven que el, pelo largo castaño oscuro y la piel clara, se paro con un poco de trabajo, pero apenas estuvo erguida se apuro para irse. Ricardo le abrió la puerta sin decir nada, ella, apenas piso la calle se dio vuelta y le sonrió, con una voz muy cálida le dijo -Gracias por todo... ¿como te llamas?-, le pregunto mientras el perro la tironeaba y ella lo acariciaba, -Ricardo... ¿estas segura que están bien?-, le pregunto, -Si, no te molesto mas, vivo acá cerca... gracias de nuevo- y se fue. Ricardo se quedo parado mirándola a medida que se iba, ella llego a la esquina y cruzo, siguió derecho, el volvió a su puesto y se quedo pensando... ¿como se llamaría ella?, ¿por que no reacciono y le pregunto su nombre? o el nombre del perro... algo, no se hizo mucho problema, seguramente no la vería de nuevo.

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