Tarde de plaza

                                                                                                     ...Dedicado a Super-Rocio.


Un acorazado estadounidense... mas allá están los aviones japoneses que salen al combate.  Se Huele el aire salado, el agua inmensa y el cielo a lo lejos desemboca en ella.  Se mezcla con el aroma del acero frío y mecánico, aceite, como cuando pasa un tren, pero mas fuerte, constante, por todos lados.  Sobre el barco la gente corre y grita con precisión.  También se huelen transpiración y nervios.  Una atmósfera como tela pesada de acero y aceite cubre las mentes, los cuerpos de los soldados; que esperan con paciente exaltación fanática, la llegada de los japoneses.
-Pero yo no entiendo de hombres ni acero, veamos otra cosa.- Se quejo el  gorrión.  -Para mi es grande como una montaña vista de lejos.-, agrego.
Los cuervos agotados estaban cerca del destino.  Las alas embotadas, ojos irritados y famélicos, iban a ver al gran dragón.  Le exigirían el don del habla de los hombres.
Siete días y sus noches habían volado alto, con el viento del este bajo sus cuerpos agitando sus plumas y el generoso sol sobre sus cabezas.  Al oeste, siempre al oeste, a encontrar el padre de todas las criaturas.
Sin descanso, avanzando, siempre avanzando.  Ante ellos el gran dragón dormía en su montaña, estoico y milenario.
-Me gustó eso- dijo el perro -¿Que olor tendría un dragón?. Yo la miro e imagino agua, no se por que.
Lejos de la caravana, un camello solitario con un muerto a cuestas, atraviesa el despiadado desierto en mediodía.  Su dueño, en sus ultimas horas, lo guió a contramano engañado por reflejos ilusorios; pero el camello sabia mejor.  Guiado por su olfato, vadeaba las inmensas dunas, cuya arena se clavaba en sus patas como mil agujas candentes y le carcomía los flancos cuando la soplaba el viento.
El tenue olor del agua dulce, madera putrefacta y dátiles maduros mantenían su rumbo fijo al poniente.
Ya cegado por el resplandor, aprecio la silueta oscura del oasis a contraluz.  Avivo la marcha, anticipandosé a los deseos de su amo, ignorando la muerte que acechaba en su lomo.
-Uhhh, que oscuro.  Bien ahí-  Habló ahora el gorrión.
Así pasaron las horas, el perro y el gorrión. Imaginando historias en las nubes, echados en una plaza, una tarde de verano.

2 comentarios:

Rocío dijo...

lindo muy lindo!
primero porque era para mi y segundo porque había un perro jajaa!

no, posta, está bueno, es como profundo e infantil a la vez. Tiene como alguito de fábula y algo de realismo.
Muy bueno como siempre amigo Thot. Debés seguir escribiendo, creo que es algo que uno no debería perder.

beso!

Thotila dijo...

Bueno, me cuesta recibir cumplidos porque no me tomo en serio, pero gracias.