Agua adentro (parte I)

La tarde me había llevado al diario La Prensa. Hubiera querido, como empiezan otras narraciones de escritores renombrados, que los motivos de mi visita al diario fueran para cerrar alguna nota importante o recibir algún mensaje revelador de un corresponsal en el exterior. Desafortunadamente para el relato, solo tenía que entregar un sobre. Cuatro cuadras antes, en la plaza que está sobre Paseo Colon y Belgrano, fui víctima de la ira del clima; ahora que lo cuento, alisando los bordes y tapando los agujeros con el enduido de la creatividad, alejando las dudas de una crónica contada por primera vez, lo que sucedió en el cielo fue ira, pasando del soleado celeste, rápido como un parpadeo de tipito rojo en un semáforo peatonal, al sombrío gris que acompaña una lluvia espesa y embestiva, que pareciendo desafiar la ley de gravedad, caía al suelo agresivamente a una velocidad mayor a la estipulada, inundando la zona casi en el acto. En el suelo caía, pero también sobre los arboles, sobre los autos, sobre los linyeras y sobre los vendedores de panchos, e incluso osaba caer sobre la gente decente de saco y corbata, que, portafolio en mano cubriendo sus cabezas, huye despavorida del agua que nos iguala, salpicándonos de la misma manera.
El asunto del diario La Prensa se terminó rápido. Entrega, firma aquí, firma allá, gracias, adios. El otro, el del agua, la que llevaba encima impregnada en la ropa, dentro de los zapatos y la que cubría las veredas, era algo distinto, pero, como dicen los viejos que venden garrapiñada en las calles, “lo que fácil viene, fácil se va”, y pronunciando al aire esas palabras mágicas, la lluvia empezó a perder fuerza, cambiando del aguacero intempestivo reciente a una llovizna de gotas gordas, dificultando bastante menos la marcha hasta Plaza de Mayo, hasta la boca del subte A, hasta donde me lleve la vida. Conozco las veredas permanentemente rotas de la calle Azopardo, por lo que continuar desde ahí hasta Av. de Mayo sería, sin exagerar, tortuoso, y sucio; lo mejor es volver a Paseo Colon y seguir desde ahí. Un poco mas adelante, enfrente, hay una chica que lleva en la mano una campera hecha un bollo, de esas camperas que parecen buzos con cierre, me gustan mucho esas camperas. Ella esta empapada, tiene una musculosa con breteles muy femenina, un jean ceñido, tendrá alrededor de 18 o 20 años y no puedo dejar de mirarla, pero algo me dice que a ella le gusta que la vean, incluso que espera que la estén mirando desde alguna ventana o desde algún auto. Es de una complexión atlética muy atractiva que se acentúa con la ropa mojada pegada al cuerpo y que no se apreciaría tanto si se abrigara con la campera, cosa que bien podría haber hecho ya que la lluvia trajo consigo una fresca interesante. Esta feliz, siente el agua recorrer su cuerpo y sonríe al cielo, y sonríe mientras baja la cabeza para ver donde pisa, salta livianamente los cordones de la vereda y los charcos mientras cruza Paseo Colon y yo veo las caras de los conductores detenerse en ella y olvidarse de los semáforos, de los problemas e incluso de tocarle bocina o piropearla; la cara de los conductores, al igual que la mía, pasa de la concentración a un abandono encantado, y ella lo sabe, y lo disimula; sabe que irradia una energía que llega a todo a su alrededor y que entra por los ojos, invade el cerebro, pero no lo entiende porque también le afecta. Estoy seguro que la embriaga el tacto de su ropa húmeda, como si la abrazaran cientos de manos que la contuvieran y la acariciaran, sin ningún espíritu impúdico, solo para cobijarla. También estoy seguro de que si le ofreciera un paraguas, o tomar algo en un bar ese hechizo se rompería y todo el momento se echaría a perder; lo único razonable en una situación así sería, en medio de la avenida, pasarle un brazo por la cintura, descorrerle los húmedos negros cabellos de la cara, rozando su frente con la punta de los dedos, hasta detener la mano sobre su nuca en un solo movimiento constante, y besarle los labios apasionadamente jurándole amor eterno, porque quizás, es ese momento yo la amo con cada célula del cuerpo. Ese poder de dominio inconsciente que llevan todas las mujeres, que se aprovecha al máximo de nuestra capacidad para concentrarnos en una sola cosa a la vez. Sin ser consciente, muy dentro suyo, ella sabe; tarde o temprano vamos a desearla, a ella, a cualquiera, a la lluvia, la que nos iguala, y aunque queramos correr con el portafolio cubriendo nuestra cabeza vamos a terminar hechos sopa; la idea fija con la que se hacen tantos chistes, su sexo, su dominio, que sigue de largo y se pierde entre calles angostas mientras doblo en la avenida.

Continuará...

9 comentarios:

Olivia y Manuel dijo...

Esas deliciosas gotas ...sí , sí
porque hasta las sentí en mi boca.
Esa sensualidad de ella, ese deseo tuyo que parece inalcanzable , pero que en realidad , se alcanzó con tus letras secas .

DioxidoLiteraturado en LaVirgendeBabel.


Un abrazo, amigo.

Eleanor Rigby dijo...

Me que do con esta frase : "Ese poder de dominio inconsciente que llevan todas las mujeres, que se aprovecha al máximo de nuestra capacidad para concentrarnos en una sola cosa a la vez."

Que hermosa sinceridad la suya...sin duda tenemos eso, y lo sabemos, y lo usamos, y nos hacemos las que no...(no siempre).

Me gustan los días de lluvia, le dejo esto: es viejo, pero me gusta: http://misdiaslocos.blogspot.com/2010/09/la-lluvia-simplemente.html

PD: Si alguna vez encuentro a un hombre que me diga que se le cruzó todo eso por la cabeza mientras yo pasaba caminando en medio de la lluvia,no sé, eh!!

Thotila dijo...

Deja-vu, contento de verla por estos lugares. Seguire de cerca esos nuevos proyectos suyos.

Sabe usted, estimada Eleanor, que le tenia miedo a esa frase. Pensaba que no se iba a entender.
El tema es que estas cosas no se dicen, son cosas que se saben solamente... ademas para decirselas a alguien, hay que seguirla como 2 cuadras gritando incoherencias... queda feo. (jejeje).

Saludos

Eleanor Rigby dijo...

Jajjaja!!!

Me imagino a Ud, rulos al aire persiguiendo a la chica que juega en la calle como si nadie la viera.

En días así nadie se fija quién grita a quién, asíque no se preocupe.

Abrazo!

Thotila dijo...

No se que tiene ese agua que vitaliza al rulo de manera impresionante... todo un tema.
Marañas inmanejables de dias lluviosos!.

Eleanor Rigby dijo...

Sé cómo es, el día está nubladón acá y con humedad como para llover...mi pelo está inpeinable...posta!!

...por eso hace unos días lo recorté un poco porque ya estaba impresentable la cosa.

Thotila dijo...

Lo mismo por aca, sobre cuestiones temporales y capilares. Se acercan los calores y me pego una esquilada, no demasiado profusa.
Que visiones me traeran las nuevas lluvias? mue je je.

Saludos

Zeithgeist dijo...

oiga, USE EL ENTER, PUTA Q LO PARIO!!

Thotila dijo...

Que pasa abuela? no puede seguiir las lineas largas?

No le vi necesidad.