Domingos de hombres con flores

Podrían, personas mucho mas inteligentes que yo, hacer un estudio psicológico sobre la gente que viaja en subte. Por supuesto ese ensayo reflejaría a oficinistas de medio pelo, adolecentes y jóvenes estudiantes, abuelas con nietos, chicos de la calle, etc. Gente de distintos estratos, distintas clases sociales; mundos distintos que se tocan por unos minutos en la cotidianidad subterránea en un día cualquiera. Pero hay un momento de un día en especial, atípico a la normalidad del subte que me interesa, y en aquel informe, en donde mis compañeros de viajes circunstanciales serían desmenuzados emocionalmente, en donde figurarían términos como depresión, opresión, despersonalización, ansiedad y artimañas similares, con seguridad no habría ni una sola mención a esos momentos fuera de lo común que tanto llaman mi atención.
Un domingo a la tarde en un subte es algo extraño. Hay mas gente de la que uno esperaría para ese momento, sin embargo sigue siendo poca en comparación a otros días. Los pasajeros no son distintos a los de un día de semana cualquiera, pero la ausencia de muchedumbre afecta la percepción que uno tiene sobre soledades o conversaciones ajenas, amplificandolas, haciendolas mas apreciables. Cinco personas solitarias en un vagon con cincuenta pasajeros pasan desapercibidas, mientras que una persona esperanzada resalta entre diez desanimados como una palabra subrayada en un diccionario. El tren subterraneo es el mas introspectivo de los medios de transporte ya que carece absolutamente de paisaje; todo lo ajeno a un vagón puede ser desatendido sin problemas. No es posible ignorar, y quizás en aquel estudio ni siquiera se haga mención a esto, el hecho de que en todas las estaciones de la linea A, que une Carabobo con Plaza de Mayo, suban al tren uno o dos hombres llevando flores.
Viajan conmigo, los hombres y sus flores, viajan los domingos a la tarde cuando voy hasta constitución, bajando en la estación Lima y haciendo combinaciones con otras lineas, mientras ellos seguirán su camino no se hasta donde.
Algunos llevan ramos adornados con helechos, otros una flor suelta o adornada con celofán metalizado; veo Rosas, Fresias, Jazmines y otras amarillas y naranjas de pétalos bien formados cuyo nombre desconozco. Los que viajan en el subte los domingos a la tarde llevando flores son hombres comunes, no hay entre ellos uno solo que destaque por su físico o elegancia; los hay petisos de bigote y rulos, panzones desalineados; de anteojos, chomba y pantalones nauticos, todos de rostros perfectamente olvidables. Ninguno de ellos se avergüenza ni se siente superior por subir con flores a un transporte público, para ellos es algo corriente.
Las flores son para sus mujeres, no tengo ninguna duda. No debe haber en todo el planeta postura mas cliché que un hombre entregándole flores a una mujer, pero la naturalidad con la que estos seres se desenvuelven, el coraje en la premeditación del acto, lo convierten en algo envidiable. Porque no es lo mismo, andar por la vida despreocupado, viajar tranquilo y con las manos libres, comprar alguna florsucha por ahí y llegar a la casa de una mujer cualquiera con un regalo cualquiera, que, ante todo, tener a aquella persona que se visitará en mente, elegir las flores mas acordes para ese encuentro especial y viajar con los ramos a la vista de todos en un gesto sublime, especie de grito vigorozo que dice “Si, llevo flores a la mujer que quiero”, y quizás, entrevistados para aquella investigación, sería lo que dijeran. A pesar de no conocernos entre nosotros, ese viaje, esos sueños alcanzables en forma de ramo, son cosas que compartimos y que nos unen.
Volviendo al estudio, si alguna vez se hiciese, probablemente se obviarían en el toda referencia al destino de esta gente y las promesas que albergan esos pimpollos florecidos de sentimientos. Esos estudios se confeccionan por y para gente de otro mundo, uno muy superior al nuestro que tiene las claves para el orden y la felicidad, un mundo que al cual no pertenezco porque el mio está mas abajo. Mi mundo es el de tardes de domingo, de viajes en subtes, y ramos de esperanzas.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah no.. golpes bajos no. Sabe qué? Ahora voy, me compro flores y orgullosa de mi, que sean para mi! Mejor una planta.. así no veo que me marchito... digo, como se marchitan las flores. Ufa!

Zeithgeist dijo...

ahora quiero una cala.. Me regalas..?

Thotila dijo...

Seria mas complicado andar por la vida con macetas vio? je je je.

Un saludo señorita.


Quien fallecio Zeithgeist? no, chiste tonto. Le sorprenderia saber a cuanta gente le gustan las calas.

Zeithgeist dijo...

ni me importa. A mi me gustan.
REGALAME!

Anónimo dijo...

buenos su espacio online es muy trabajado,es la tercera vez que vi tu pagina, muy informativo!
abrazo

Thotila dijo...

Mis disculpas estimado Anonimo, Blogger mando su comentario a SPAM.
Me alegra que le guste, muy amable, vuelva pronto.

Saludos

LIdia dijo...

Te extraño, Thotila, Supongo que no solo yo.
MIrá que voy a poner a los fans a gritar:
¡Queremos otro post!
¡Queremos otro post!
El que no grita es un gorilón!
Con pancartas y todas las municiones piqueteras